DOS NUEVOS RELATOS CORTOS DEL CONCURSO RÍO DE LETRAS CATEGORÍA ADULTOS

DOS NUEVOS RELATOS CORTOS DEL CONCURSO RÍO DE LETRAS CATEGORÍA ADULTOS

Esta semana publicaremos todos los relatos que participaron en el I Concurso de Relatos cortos «Río de letras». Os presentamos dos nuevos relatos de la categoría adulto. El autor del primer relato corto (GARBEANDO) participó bajo el pseudónimo Quercus y el del segundo relato (EL CARACOL) participó bajo el pseudónimo Charlatán Universal.

GARBEANDO

El día que paseaba por el Parque Regional del Guadarrama, escuché aves cantando por las rocas y en las ramas. Posadas en sauces, fresnos y encinas, todas con sus cantos se respondían. Cantaban jilgueros, petirrojos, pitos reales y mirlos, pero cetia ruiseñor fue quien llenó mis oídos. Pronto llegó el zumbido de insectos, volando de flor en flor, se contaban por cientos. El suelo dominado por hileras de hormigas llevando sin cesar cantidad de semillas. Cantueso, amapola y multitud de otras flores, colmaban el campo con sus olores. A la orilla del río ubicados imponentes, robustos árboles sanaban mi mente. Sin querer evitar acercarme a uno de ellos y su corteza palpar como quien vive algo nuevo. En el agua no faltaban los tritones y las ranas y al resguardo en el secano, ocelados y bastardas. Algunos barbos nadando, entre eneas y carrizo por el río acechando a las larvas de ditisco. La gran despedida estaba ya de camino, cuando pude vislumbrar a lo lejos un zorrillo. Me contó que ya llegaba el atardecer, cuando los murciélagos salen para comer. Hoy aquí, mañana allá, por su cauce todo vivo, iré andando a disfrutar mi regalo a los sentidos.

EL CARACOL

El día que paseaba por el Parque Regional, del curso medio del río Guadarrama, era un día de tantos. A mis 14 me había recorrido todos los bosques y acantilados de La Navata y alrededores, a veces con mi perro Rodolfo, a veces con mis amigos y a veces siendo un explorador solitario. Ese día concreto, de una primavera avanzada, llovía de manear torrencial cuando encontré aquella piedra que parecía un caracol gigante, del tamaño de un elefante. Para mi sorpresa sus ojos empezaron a mirarme, Rodolfo ladró, y el caracol comenzó a perseguirnos. Corrimos entre encinas, viendo también algún conejo asustado, escuchando algún jabalí de esos que siempre están escondidos y bajo la atenta mirada de un halcón abejero. En nuestra apresurada carrera también nos cruzamos con el legendario Saturnino, llegando al puente de la Alcanzorla, lugar de batallas épicas desde el medievo y mal llamado “puente romano”. Por los pelos, Rodolfo y yo conseguimos cruzarlo y ponernos a salvo. Yo sabía que todo aquello estaba sólo en mi imaginación, una imaginación que se disparaba por un entorno natural que habitaba en mi corazón y que llevaría conmigo para el resto de mis días. ¡Gracias Río Guadarrama! A

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